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  LINFOMAS "DIFERENTES MIRADAS"  
     
 

A partir de un poema escrito por un adolescente con cáncer, reflexionamos sobre si decir algunas cosas o no. Muchas veces tratamos de no hablar de lo que nos duele, ya sea de la enfermedad o sus consecuencias, aunque no siempre sea la mejor elección. Cada persona es un ser único, y único a través de sus circunstancias. Por eso los invitamos a todos a reflexionar sobre la necesidad de conocerlos y conocerse, y descubrir qué es lo mejor para cada uno.

Caminar en puntas de pie alrededor de un elefante
Si fuéramos honestos, admitiríamos que muchas veces
es más fácil hacer de cuenta que nada está mal.
Si no hablamos de “eso”,
no tenemos que enfrentarlo.
Si no nos enfrentamos a “eso”,
no tenemos que lidiar “eso”.
Y si no tenemos que lidiar con “eso”,
“eso” no nos molestará.

Muchas veces, sobre todo con niños o adolescentes, es usual pensar que fingir que no hay ningún problema es mejor y más fácil que hacerlo. Cuando de algo no se habla, en un primer momento se tiene la sensación de que no tenemos que enfrentarlo, porque simplemente como no se habla de él, no existe como tal.
Esta puede ser una defensa momentánea, pero el problema, la preocupación sobre él y el dolor que nos causa existen y son verdaderos. Esta es una protección para intentar que la situación no cause dolor, pero en definitiva muy adentro de nosotros sabemos que no es efectiva como pensamos.
 “Eso” sigue estando. Solo intentamos protegernos de esta manera porque “eso” nos duele. El tema es que “eso”, duele lo ignoremos o no, y cuando un ser querido tiene cáncer, no es tan fácil no enfrentarse a ello.

También puede suceder que no hablamos con el otro sobre las cosas que le pasan y nos preocupan, porque creemos que si lo hiciéramos se pondría mal, y que es más fácil para la otra persona no recordarlo. Es muy raro que esto sea cierto, y quien sufre en silencio puede sentir que está solo con el problema, y seguramente si le preguntamos preferiría tener a alguien con quien conversar de sus cosas y hasta de sus temores más profundos, compartiendo el peso de lo que implica su enfermedad. Es posible además, que no quiera quedarse solo con ese peso… solo con un elefante en su habitación.

El elefante en la habitación

Hay un elefante en la habitación.
Es enorme, por lo que es muy difícil rodearlo.
Igual lo hacemos con cada “¿Todo bien?”, “Sí, todo bien”,
y las otras miles de formas de conversaciones triviales:
del tiempo.
de la escuela.
Hablamos de cualquier otra cosa, excepto del elefante.

Hay un elefante en la habitación.
Todos sabemos que está allí.
Y todos pensamos en él cuando hablamos de cualquiera de esas otras cosas.
Está permanentemente en nuestra cabeza.
Y, sabemos, es demasiado grande.
Pero no hablamos del elefante que hay en nuestra habitación.

Por favor, hablemos del elefante en mi habitación.
Si hablamos del hecho de que puedo llegar a morir,
quizás podríamos también hablar de cómo estoy viviendo.
¿Podríamos hablar del elefante sin que mires para otro lado?

Si no podemos hacerlo, me estás dejando solo.
En una habitación.
Con un elefante.

Adaptado del poema “El elefante en la habitación”, de Terry Kettering.
Fuente
www.teenslivingwithcancer.org
 
 
     
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