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La mayoría de los ganglios linfáticos agrandados son normalmente una reacción a infecciones y no un cáncer. Sin embargo, el médico puede sospechar de un linfoma al encontrar ganglios linfáticos agrandados durante un examen físico o por una prueba de diagnóstico por imágenes (por ejemplo, una radiografía de tórax) en ausencia de otra explicación como podría ser una infección en un área cercana.

Los primeros estudios van a basarse entonces en la comprobación de un linfoma o el descarte del mismo. En el caso de confirmarse el diagnóstico, se realizan otras exploraciones para conocer la extensión de la enfermedad, lo que se conoce como estadificación del linfoma.

I. Diagnóstico propiamente dicho: la biopsia ganglionar

Se trata de estudiar microscópicamente el tejido del ganglio u otro órgano afectado, como un hueso, un pulmón, hígado u otro. Puede realizarse usando una aguja especial que atraviesa la piel hacia el tejido que contiene el posible linfoma (generalmente con anestesia local) o al extirpar quirúrgicamente (con anestesia general) un ganglio linfático o una pequeña porción de otro tejido (por ej. del pulmón o hígado) del que se sospecha contiene una alteración.

No produce molestias importantes sobre todo si el ganglio es externo, y son raras las ocasiones en las que se requiere estudiar ganglios internos u otros órganos del cuerpo como el estómago o el hígado.

La biopsia es la única técnica válida para diagnosticar el linfoma y conocer su tipo exacto, y resulta absolutamente imprescindible para determinar el tratamiento a que seguir.

A estos métodos de diagnóstico debemos sumar la tomografía axial computarizada (TAC) o scanner de tórax, abdomen y pelvis, la evaluación del líquido céfalo raquídeo y el PET (tomografía con emisión de positrones).

En determinados casos específicos, también pueden solicitarse resonancia magnética nuclear, gammagrafías, fibrogastroscopía, fibrocolonoscopía o fibrobroncoscopía.

II. El estudio de estadificación

Se realiza con el objetivo de conocer la extensión de la enfermedad, y consiste habitualmente de las siguientes pruebas:

  • Análisis de sangre
  • Radiografías de tórax
  • Tomografía axial computarizada (TAC) o escáner de tórax, abdomen y pelvis
  • Biopsia de la médula ósea

En determinados casos se suman también:

  • Resonancia magnética nuclear
  • Gammagrafías
  • Fibrogastroscopia, fibrocolonoscopia o fibrobroncoscopia.

A partir de todas estas pruebas, que darán como resultado el tipo de linfoma, grado de afectación de los órganos y el estadio de la enfermedad, se establece el tratamiento a seguir en cada caso.

 
 
 
     
 
Para más información recurra a la Guía para Pacientes y Familiares (aquí)
 
     
 
     
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