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Aunque no se conoce la razón exacta por la que se produce un linfoma, diversas investigaciones se han centrado en posibles factores que podrían contribuir al desarrollo de un linfoma: factores genéticos, desórdenes auto-inmunes y virus como el VIH. No existen pruebas para la detección precoz de esta enfermedad ni condicionantes externos relacionados con hábitos de vida que influyan en la aparición de los linfomas y por tanto, no se puede prevenir su aparición. De todos modos, los especialistas recomiendan hacer una prevención secundaria, acudiendo al médico lo antes posible cuando se noten inflamación en los ganglios linfáticos, ya que muchos linfomas son curables y, en otros muchos casos, los tratamientos disponibles son eficaces y consiguen largas sobrevidas, haciendo posible que los pacientes puedan llevar una buena calidad de vida. Mientras que los linfomas agresivos o de rápido crecimiento son tipos curables de linfomas, siempre y cuando se inicie cuanto antes el tratamiento más idóneo, los LNH indolentes, cuyo ritmo de avance es más lento, no pueden llegar a curarse. De todos modos, existen opciones de tratamiento eficaces que pueden llegar a aumentar notablemente la sobrevida y la calidad de vida del paciente. Independientemente del factor pronóstico, lo principal es no rendirse ante la enfermedad, manteniendo las puertas abiertas, sobre todo si se puede curar. El tratamiento de los linfomas comparte semejanzas con otros tumores, pero añade otras posibilidades derivadas de su condición de neoplasia hematológica. La quimioterapia es el tratamiento fundamental para la mayoría de los pacientes con linfoma. Su eficacia depende del tipo de linfoma que estemos tratando y del objetivo del tratamiento (curativo o paliativo). En los linfomas agresivos, el tratamiento puede ser curativo por lo que se utilizan esquemas de quimioterapia más agresivos. En los linfomas indolentes, el tratamiento no suele ser curativo por lo que la agresividad de la quimioterapia a utilizar generalmente es menor, aunque puede variar de paciente a paciente. Otra de las alternativas es la radioterapia que suele utilizarse como complemento de la quimioterapia -tras la finalización de ésta- para tratar grandes masas ganglionares localizadas en algún área anatómica susceptible de ser irradiada. En los linfomas indolentes localizados puede utilizarse como tratamiento único con intención curativa. También tiene valor como tratamiento paliativo cuando el linfoma produce síntomas (dolor, disnea) secundarios a la compresión de algún órgano importante por las masas ganglionares. Entre las opciones terapéuticas se incluye el interferón alfa. Existen estudios que indican que puede aumentar ligeramente la sobrevida de los pacientes con linfomas indolentes diseminados cuando se utiliza concomitante con la quimioterapia, aunque otros estudios no confirman estos resultados. También puede utilizarse con intención paliativa en linfomas indolentes, aunque su eficacia es inferior a la de la quimioterapia. Por otra parte, los corticoesteroides representan un tratamiento paliativo de muy baja toxicidad en linfomas indolentes y en algunas situaciones clínicas de linfomas agresivos. Puede obtener remisiones temporales de la enfermedad en algunos casos. En los últimos años se han incorporado a este abanico de fármacos los anticuerpos monoclonales, que se producen en respuesta a moléculas específicas (antígenos) que el organismo reconoce como extrañas. La aparición de los anticuerpos monoclonales posibilitó la identificación de moléculas específicas en la superficie de las células tumorales contra las que estos anticuerpos pueden dirigirse específicamente. Finalmente, se encuentra aún en fase de investigación una posible opción, que son los anticuerpos monoclonales marcados con isótopos radiactivos cuyo papel está, según los expertos, aún por definir. |
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