Cuando se diagnostica un linfoma, la primera reacción suele ser de desánimo. El desconocimiento de lo que nos ocurre y el miedo a lo que puede implicar son factores que no ayudan a actuar de una manera positiva ante la enfermedad.
Es por esto que el conocimiento de lo que realmente nos pasa, de los tratamientos disponibles y la certeza de que existen opciones de curación pueden proporcionarnos una visión más optimista.
Para más información recurra a la Guía para Pacientes y Familiares (aquí)